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“Vivir con miedo: la realidad de una madre frente a la impunidad”

“Vivir con miedo: la realidad de una madre frente a la impunidad”

Hoy quiero compartir una historia que refleja el drama que viven cientos de familias trabajadoras en nuestra ciudad. Una vecina, Leticia Gabriela Arugetti, madre y jefa de hogar, envió un testimonio que merece ser escuchado, porque lo que le pasa a ella puede pasarle a cualquiera de nosotros.

Leticia tiene un vehículo de reparto, herramienta fundamental para sostener a sus cuatro hijos. Ese vehículo es su medio de trabajo, su esfuerzo diario convertido en ruedas. Pero una y otra vez se convierte en blanco de un ladrón que ya no le roba por primera vez, ni por segunda: hablamos de al menos diez ocasiones documentadas, denuncias hechas, pruebas presentadas, y siempre lo mismo… la impunidad.

Ella lo dice con claridad: está cansada, superada, agotada. Y no se trata solo del robo material. Lo más grave es la sensación de desprotección, de vivir en un círculo donde el trabajo honesto se choca contra la burla de quienes roban y vuelven a las calles a las pocas horas.


En su relato, Leticia cuenta que la policía ha actuado: lo detuvo, lo llevó, incluso lo atrapó frente a su casa. Pero ¿qué pasó después? Una simple cautelar de dos meses. El hombre siguió rondando, siguió robando, siguió burlándose. Y la víctima quedó cada vez más sola.

Aquí es donde cabe la pregunta incómoda: ¿de qué sirve denunciar si, aún con videos, pruebas y antecedentes, el resultado es el mismo? Una justicia que parece hecha para soltar al delincuente y no para proteger al trabajador.


Leticia cree, con razón, que es blanco fácil porque vive sola con sus hijos. Mientras a los vecinos varones, con armas en la casa, nadie los toca, a ella le roban una y otra vez. No es casualidad. Es la realidad dura de nuestra sociedad: los delincuentes eligen a quienes consideran más vulnerables. Y esa vulnerabilidad no debería ser un pase libre para el delito.


Más allá del robo, pensemos en la carga emocional. Esta mujer no solo mantiene un hogar, también viene de una separación, lucha por rehacer su vida, por levantar a sus hijos. Y en medio de ese esfuerzo titánico, debe soportar que alguien la despoje una y otra vez de lo que con tanto sacrificio consigue.

¿Quién repone ese desgaste? ¿Quién le devuelve la tranquilidad de dormir sin miedo a que entren a su casa, de estacionar su camioneta sin que se la desvalijen, de trabajar sin la amenaza constante de ser atacada?


La denuncia también apunta a la falta de patrullaje en la zona de Enrique Amorín y Gautrón. Los móviles policiales, dice, no recorren ese sector, y los delincuentes lo saben. No es casualidad que se concentren allí, cerca de los supermercados, visibles para todos y sin consecuencia alguna.

Y aquí surge otra pregunta: ¿para qué pagamos impuestos, cámaras, cerraduras y rejas, si de todas formas los delincuentes entran y la justicia no responde?


Lo más preocupante es el mensaje que todo esto deja en la sociedad: que robar sale gratis, que denunciar no cambia nada, que los que cumplen con la ley están cada vez más solos. Ese es el verdadero fracaso.

Porque un Estado que no protege a una madre trabajadora, que no defiende a una familia honesta, ¿a quién está defendiendo entonces?

Amigos oyentes, esta no es una historia aislada. Es el reflejo de lo que muchos sentimos: la impunidad se volvió costumbre, y la justicia, una palabra vacía.

Hoy la voz de Leticia nos obliga a pensar y a preguntarnos: ¿hasta cuándo? ¿Cuánto más deberá soportar una familia para que alguien actúe de verdad?

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