“Arrancar las raíces de un pueblo es destruirlo sin necesidad de armas.”
Aleksandr Solzhenitsyn
En la China de Mao Zedong, durante la Revolución Cultural, millones de jóvenes fueron movilizados para destruir lo que el régimen llamó los “Cuatro Viejos”: viejas costumbres, viejas ideas, viejas culturas y viejas tradiciones. Templos arrasados, obras de arte quemadas, familias perseguidas y fiestas populares prohibidas marcaron el intento más brutal de arrancar a un pueblo de sus raíces. El objetivo era claro: fabricar un individuo sin memoria, sin identidad y sin arraigo, que solo respondiera al Partido.
Hoy escuchamos en Uruguay —cuando la ATD de Secundaria calificó a la Jura de la Bandera como “un acto fascista, militar y de violencia institucional”— que se responde a esa misma lógica de desprecio por los símbolos patrios. No es casualidad: es parte de una agenda ideológica que pretende vaciar de sentido nuestras tradiciones para reemplazarlas por obediencia a consignas partidarias.
Leamos lo que dicen. Según la ATD, “se obliga a menores de edad a prestar un juramento que no comprenden”, que “proviene de una tradición autoritaria y belicista”, y que “reproduce una cultura de violencia”. Estas afirmaciones merecen una respuesta clara.
Primero, los adolescentes de 12 o 13 años saben perfectamente qué significa la bandera y la patria. La Jura no los coacciona, los integra en un acto civil y republicano que los iguala a todos los uruguayos. Segundo, que la ceremonia tenga un origen histórico distinto no la invalida: la democracia uruguaya la sostuvo durante décadas porque es un rito con sentido, no una imposición. Y tercero, llamar “violencia” a la Jura es una distorsión, es degradar el concepto de violencia y llamar violencia a cualquier cosa, como suelen hacer los progresistas.
Aclaremos bien los tantos. Violencia no es jurar la bandera, ni educar en el amor a la patria, ni honrar los símbolos que nos unen. Violencia es otra cosa, y debemos decirlo con todas las letras.
Violencia es matar a un niño en el vientre materno y disfrazar ese crimen con la palabra “derecho”.
Violencia es defender a los delincuentes mientras se olvida a las víctimas honradas, y encima culpar a la sociedad de los delitos cometidos por quienes eligieron violar la ley.
Violencia es exprimir al trabajador con impuestos abusivos, arrebatarle el fruto de su esfuerzo y luego justificar ese robo con discursos de igualdad que nunca llegan a quienes más lo necesitan.
Violencia es adoctrinar a nuestros hijos —inmaduros, vulnerables, confiados— con ideologías sexistas que los confunden, destruyen su mente y su inocencia, y tener la osadía de llamarlo “diversidad” y “avance”.
Eso es violencia. Eso es injusticia. Eso es corrupción moral.
Y en todos estos temas, los inmorales docentes, callan.
Hace décadas que la izquierda viene degradando la educación en Uruguay. Lo advertí cuando asumió Mujica y pasará mucho tiempo, quizá un siglo, antes de que ese daño pueda ser reparado.
El ataque a la Jura no es un debate pedagógico inocente: es parte de un proyecto ideologico de la izquierda que busca desarraigar a los jóvenes, convencerlos de que el pabellón no tiene valor, arrancarles el orgullo nacional. Porque un ciudadano sin raíces es más fácil de manipular. Por eso mismo pretenden destruir todo lo que separa al individuo del Estado y todo lo que le da sentido a la vida: la familia, la maternidad, la propiedad, el merito, las asociaciones voluntarias….y ahora los símbolos patrios. Esta idea de crear una sociedad nueva se hizo en la China comunista de Mao con su propuesta de “romper las 4 viejas costumbres”, en la Rusia bolchevique y su “Hombre Nuevo Soviético – Homo sovieticus”, en Camboya bajo los Jemerjes Rojos…y aquí, nuestros delirantes y patéticos docentes quieren emular esa historia tan nefasta y triste.
Paradójicamente estamos en presencia de una “docencia” destructora de las raíces fundacionales de nuestro país, bajo la bandera del progresismo woke.
La Jura de la Bandera no oprime, libera. No aliena, enraíza. No divide, une. No es fascismo. Fascismo es imponer una ideología única en las aulas. Fascismo es callar a quien piensa distinto. Fascismo es pretender que nuestros jóvenes renieguen de sus símbolos para abrazar consignas importadas.
Hoy más que nunca necesitamos reafirmar lo que nos une. La bandera es uno de los pocos símbolos que iguala a todos: ricos y pobres, del campo y la ciudad, de derecha y de izquierda. Atacar esa unidad en nombre de una falsa libertad es atentar contra la nación misma. La educación no debe sembrar división ni vergüenza de lo propio, sino orgullo, pertenencia y compromiso.
Por eso debemos decirlo con claridad: violencia y fascismo no es jurar la bandera. Violencia y fascismo es adoctrinar a nuestros hijos, debilitar su identidad y arrancarles las raíces que los conectan con su patria.
Eso si que es violencia.
Artículo redactado por el Doctor Ignacio Supparo
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