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PESIFICAR PARA EL PUEBLO, DOLARES PARA EL PODER

PESIFICAR PARA EL PUEBLO, DOLARES PARA EL PODER

PESIFICAR PARA EL PUEBLO, DOLARES PARA EL PODER

Por el Doctor Ignacio Supparo Teixeira

En Cero Estres, la INCLUSIÓN es parte de nuestra identidad. Por eso, llevamos las noticias más allá de las letras, brindándolas también en formato audio. Escuchala desde aquí:

“La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”

Groucho Marx

En las últimas semanas – y por milésima vez en la historia – autoridades del gobierno uruguayo y del Banco Central han vuelto a recomendar que los ciudadanos “piensen en pesos” y abandonen el hábito de ahorrar en dólares. La consigna parece patriótica, pero esconde dos problemas graves: primero, la tentación de imponer confianza en la moneda por la vía de la coerción; segundo, la hipocresía de quienes la proclaman.

Vamos a lo básico: como cualquier bien, la elección de la moneda es parte inseparable del derecho de propiedad. Cada individuo decide cómo proteger su patrimonio: en pesos, en dólares, en oro o en criptomonedas. Desalentar o gravar el uso de divisas extranjeras no es una política económica neutral, sino una restricción de la libertad individual. Y si la gente acude al dólar, no es por capricho ni por antonomasia, sino porque la experiencia demuestra que el peso uruguayo pierde valor con rapidez frente a otras monedas más estables, ejemplo, el dólar.

El engaño es siempre el mismo: “haz lo que yo digo, no lo que yo hago”.

El propio Estado que pide pesificación administra sus reservas en dólares (aproximadamente 16.397 millones de dólares). El Banco Central —principal promotor de la campaña— mantiene su fortaleza gracias a activos mayoritariamente denominados en moneda estadounidense. Es decir, los burócratas nos aconsejan lo que ellos mismos no practican. Si el peso fuera tan confiable como proclaman, ¿por qué no respalda sus reservas exclusivamente en pesos? Esta contradicción no es menor: revela que, en la práctica, las autoridades confían más en la estabilidad de la divisa extranjera que en la suya. ¡Y nosotros también!

La historia de la región refuerza el escepticismo por cuanto abundan ejemplos en países de la región donde la “pesificación” confiscó y diluyo los ahorros y por esas experiencias el peso nunca recuperó la credibilidad. El propio Uruguay vivió en 2002 una crisis bancaria que consolidó la preferencia por el dólar. Cada intento de forzar el uso de la moneda local terminó en fuga de capitales, inflación y pérdida de inversión.

El remedio no es prohibir el dólar, sino ganarse la confianza de los ciudadanos: disciplina fiscal, respeto a los contratos, seguridad jurídica y competencia de monedas. Si el peso es sólido, los uruguayos lo elegirán sin sermones ni castigos. Si no lo es, la culpa no recae en quienes protegen su patrimonio y sus bienes que tanto les cuestas ganar, sino en las políticas que erosionan su poder adquisitivo.

Pretender “pesificar” por decreto es confundir causa y efecto. La dolarización espontánea no es una enfermedad a curar, sino un termómetro de la salud económica. Y mientras el propio Banco Central siga resguardando sus reservas en dólares, el mensaje oficial no solo será ineficaz: será un acto de hipocresía que mina, aún más, la credibilidad que dice defender.

Artículo redactado por el Doctor Ignacio Supparo

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