CAPITAL EN FUGA: cuando el Estado espanta la riqueza
“El capital es un ave muy tímida; huye al menor indicio de peligro.”
David Ricardo
Al cierre de diversas empresas, se le suma Theter, una multinacional de alcance global, y La Gotita, y esto es mucho más que una noticia de negocios: es una señal de alarma sobre el rumbo económico del país.
Theter no se va por falta de clientes ni por problemas de gestión, se va porque no puede pagar el costo de la energía en Uruguay. Imagine el lector que si una compañía de ese tamaño, con experiencia en distintos mercados y espaldas financieras de sobra, concluye que aquí los costos son insostenibles: ¿qué les queda a las empresas uruguayas más pequeñas, que no cuentan con su capacidad de resistencia?
La inversión es la fuente de la prosperidad. Sin inversión no hay modernización, no hay innovación y no se crean empleos de calidad. Un Estado repartidor de recursos ajenos, como el nuestro, necesita mucho dinero y si conspira contra la generación genuina de riqueza, no va a poder repartir lo que no se produce. Cuando las políticas públicas encarecen insumos básicos como la electricidad y, al mismo tiempo, tienen una rígida regulación laboral, multiplican impuestos y regulaciones, se ataca directamente al motor que genera riqueza. El resultado es previsible: menos producción, menos trabajo y menos oportunidades para todos. Mas desempleo, mas pobreza.
No se confunda el lector, no se deje engañar por la demagogia sindical – política, la causa no son los malos empresarios ni el capitalismo, el problema es uno y solo uno: los malos políticos, que con su socialismo estatista destruyen la riqueza, empujando a las empresas a cerrar y la inversión hacia afuera.
Mientras tanto, el aparato estatal no se achica. Al contrario, cada año gasta más. Y cuando el ingreso se frena porque la actividad privada se debilita, el Estado recurre a la única herramienta que le queda: exprimir a los contribuyentes que permanecen. Suben los impuestos, aparecen tasas “temporales” que se vuelven permanentes, se endurecen los controles. Se castiga a quienes intentan producir para sostener un gasto político que parece no tener límites. Así se alimenta un círculo vicioso en el que el sector productivo se ahoga y la población termina pagando la factura del despilfarro.
El capital no se puede obligar. No entiende de discursos, solo de realidades. Va allí donde encuentra reglas claras, costos razonables y estabilidad, y se va de donde percibe que lo consideran un enemigo. Uruguay enfrenta una elección que no admite medias tintas: o crea un clima que atraiga inversión, con energía competitiva y un sistema tributario sensato, o seguirá espantando el capital que necesita para crecer. Cuando una gigante mundial como Theter decide que aquí no puede seguir, el mensaje es contundente: si ellos no pueden, las empresas locales están en riesgo aún mayor. Y cuando la inversión huye, es el pueblo el que paga el precio, con menos empleo, salarios más bajos y un futuro cada vez más estrecho.
Lamentablemente el futuro no es alentador pues hoy Uruguay es una república semi – comunista, es decir, destructora de su propia riqueza.
Artículo redactado por el Doctor Ignacio Supparo
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